Capitol Hill - "El Bendito"
“El Bendito”
La primera vez que escuché a Barack Obama en su discurso como Keynote Speaker de la última Convención del Partido Demócrata, no me cupo duda que si algún día este país elige un presidente afro-americano, ése será Barack Obama. Sí, grábese su nombre.
A sus 43 años, Barack –nombre africano que en lengua suahili significa “el Bendito”- acaba de ser elegido Senador por Illinois con un no despreciable 70% de los votos, convirtiéndose en el primer Senador Demócrata de raza negra y en el tercero en los últimos cien años de la historia política norteamericana. Hijo de padre Keniano y madre oriunda de la republicana Kansas, entre sus créditos está haber estudiado Relaciones Internacionales en la Universidad Columbia y Derecho en Harvard, donde se graduó con honores y fue el primer presidente afro-americano del Harvard Law Review. Actualmente es Profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Chicago.
Recién salido de la universidad decidió convertirse en un “organizador comunitario” y aunque en un principio ni el mismo sabía cómo explicar el significado de esta actividad, el tiempo respondió por él: ha participado en diversas fundaciones destacando el liderazgo impuesto al “Chicago Annenberg Challenge”, institución que tiene un fondo de 50 millones de dólares para reformar las escuelas públicas. Consecuente con sus ideales y siguiendo el ejemplo de Martín Luther King -a quien cita frecuentemente- trabajó como abogado en casos de discriminación laboral y en la promoción de los derechos civiles. Después de Harvard, Obama lideró el proyecto “Illinois VOTE!” que organizó uno de los más grandes registros de votantes en la historia de Chicago con el propósito de elegir al Presidente Clinton.
Este liderazgo lo llevó a convertirse en Senador estatal de Illinois en 1996 y tras una destacada participación como presidente del Comité de Salud Pública se convirtió en el candidato demócrata al Senado para las elecciones del 2004. Durante su campaña consolidó su nombre como una figura nacional, convirtiéndose en el favorito de los medios y los donantes para la campaña de John Kerry, la sola inclusión de su nombre en los créditos de cualquier evento aseguraba la atención de la prensa y, cuanto mejor, fondos frescos para la más dura contienda que se recuerde entre demócratas y republicanos.
Obama asumió el desafío de ser el Keynote Speaker de la Convención Demócrata sin temor a ser víctima de la maldición que reza que los designados en este rol nunca perseveran en la política norteamericana y si bien algunos han llegado a ser gobernadores o senadores, ninguno ha transformado sus quince minutos de fama en algo permanente. Literalmente son quince minutos el tiempo que tiene el Keynote Speaker para reafirmar el compromiso del partido con los “problemas reales de la gente” y las metas programáticas del candidato a la presidencia. En su caso el tiempo fue suficiente para entregar un mensaje unitario y esperanzador en tiempos de guerra, especialmente para todos los que comparten los sueños que tuvo su padre cuando abandonó Kenia “para estudiar en un lugar mágico llamado América”.
A sólo dos semanas de su llegada al Capitolio Obama integró la influyente Comisión de Relaciones Exteriores y participó en las audiencias para la aprobación de Condoleezza Rice como nueva Secretaria de Estado. Su actuación en la Comisión junto a otros experimentados como el mismísimo Kerry, no habló de un novato o de un experto en temas domésticos sin mayores conocimientos de la política exterior americana. Todo lo contrario. Las miradas y las cámaras se centraron en Obama y Rice, el Senador novato y la aspirante a manejar las relaciones exteriores del país más poderoso del mundo, ambos depositarios del sueño de Martín Luther King con historias comunes de integración social desde la minoría afro-americana. Durante su diálogo con Rice la urgió a abandonar las consideraciones académicas de la guerra y plantearse las consecuencias prácticas, tanto internas como externas, de invadir Irak y el precio que pagan las familias de los soldados y el desprestigio que acarrea para el país. Entre las respuestas de Rice quedó registrada la comprometedora frase “la política exterior de Estados Unidos debe dejar de ser un monólogo y transformarse en diálogo”. Otro logro de Obama para tener en cuenta.
El éxito de Obama se basa en esa escasa ecuación de buen manejo político, capacidad intelectual y carisma desbordante. Su desafío es mantener en Washington la solidez política demostrada hasta ahora -y que tanto gusta a los círculos de Capitol Hill- sin dejar de lado la empatía con los electores quienes siguen valorando su trabajo como organizador comunitario.
Los analistas dicen que si sus bonos siguen en alza es altamente probable que en una fórmula inédita de una mujer y un afro-americano, Obama sea el compañero de Hillary Clinton en la apuesta demócrata por recuperar la Casa Blanca el 2008. Sí, grábese su nombre: Barack “el Bendito” Obama.
1 Comments:
Jeronimo
te pasastes!! Que visionario
Post a Comment
<< Home