March 16, 2005

Capitol Hill - "El Dia W"

“El Día W”


What? Inauguration Day. El día que asume el Presidente de los Estados Unidos, desde el año 1789 cuando asumió el Presidente George Washington. Actualmente se realiza un acto público que incluye la toma del juramento y un recorrido por Pennsylvania Avenue desde el Capitolio hasta la Casa Blanca.

Who? George W. Bush. Elegido el año 2000 como el 43° Presidente de los Estados Unidos, es hijo del 41° Presidente George H.W. Bush y fue Gobernador del Estado de Texas entre 1994 y su elección.

When? 20 de enero. El hecho que la fecha fijada para este evento caiga en las semanas más crudas del invierno fue una buena excusa para que algunos de los Bush supporters pudieran lucir sus sombreros tejanos.

Where? Washington DC. Las escaleras del Capitolio se transforman en el escenario donde el mundo político se constituye en testigo del juramento del Presidente. Sus jardines se transforman en la platea de los invitados por los congresistas y a continuación el Mall recibe a los cientos de miles de integrantes de la galucha, incluyendo por cierto a quienes no van a aplaudir a nadie sino a protestar.



Washington DC no es una ciudad cool. Quizás por eso Friends y Sex & the City se grababan en New York mientras que acá se recrea The West Wing, esa serie donde Martin Sheen es el Presidente de Estados Unidos y que probablemente no ha sido sacada del aire para evitarse los reclamos de los washingtonians.

Washington DC -simplemente Dee Cee o the District para sus habitantes- es el epicentro de la política norteamericana y en su limitada extensión se han construido los monumentos políticos más significativos y venerados del país entre los que destacan los Memorials a los Presidentes y a las guerras que marcaron el siglo pasado. La gente que se dedica a la política o que trabaja en el gobierno no habla de “servicio público” sino que simplemente dice que “trabaja en Capitol Hill” si tiene algo que ver con el Congreso o que “trabaja para el Presidente Bush” si es parte de alguna repartición ministerial. Algo así como decir “trabajo en las 8 manzanas” o “ trabajo para el Presidente Lagos”. Bueno, acá no suena pretencioso, simplemente es la forma natural de expresar que la política se vive y que las elecciones están lejos de ser una simple obligación cívica o una carrera que se corre cada cuatro años.

Esa pasión por la política hace que los eventos de Inauguration Day (y también de Contra Inauguration Day) sean un imperdible para los washingtonians. Supongo que debe ser algo similar a lo que viven los romanos cuando se produce la elección de un nuevo Papa con la salvedad que a la asunción del Presidente (o al menos de este Presidente) también asisten quienes están en su contra y buscan el más mínimo descuido policial para desplegar sus lienzos contra la invasión a Irak o a favor de los matrimonios homosexuales.

Quizás como premonición a un discurso mesiánico plagado de frases e imágenes bíblicas, la invitación a Inauguration Day vino de un buen amigo, futuro cura jesuita, que está haciendo parte de su formación en Washington. Como las entradas numeradas sólo las reparten los senadores y representantes (diputados), supongo que él las recibió de algún superior bien contactado que ha participado en suficientes de estos eventos o que quiso evitar los 2 grados y la nieve anunciada para ese día.

En los días anteriores no solo la nieve llegó a DC sino que también un contingente de seguridad de 13.000 personas, incluidos algunos policías que llegaron desde Miami y que cambiaron las poleras de manga corta por abrigos y orejeras. Inauguration Day es una ceremonia sencilla, popular y organizada para que la gente, especialmente quienes viven en Washington, llene el Mall y las veredas de las calles por donde pasa el Presidente en su camino a la Casa Blanca. Este año asistieron 250.000 personas. Probablemente muchos viajaron desde los “estados rojos” que conforman la llamada “América Profunda” que dio el triunfo al Presidente Bush, otros vinieron porque sienten que su asistencia es una obligación cívica ineludible y algunos porque sienten que manifestar su disconformidad también es parte de la misma obligación cívica.

Mi Inauguration Day partió muy temprano con un viaje en metro hasta la estación abierta más cercana al Capitolio. En el metro se empezaban a sentir los sentimientos encontrados de la gente. Un par de matrimonios mayores elegantemente vestidos y con una bandera de Estados Unidos en la mano cruzaban sus miradas con 6 punks que llevaban algunos carteles con la misma bandera pero que en vez de estrellas tenía pintado el signo de la paz. En la calle la mayoría de la gente estaba vestida de negro, muchos porque eran policías, otros tantos porque era la forma de protestar contra el Presidente.

Una vez que pasamos todas las barreras de seguridad finalmente pudimos tomar nuestros asientos, a unos 70 metros del escenario. Eran las 9 de la mañana, la temperatura un poco más de cero y todavía faltaban dos horas y media para el juramento y discurso del Presidente Bush. Como supuse que nadie en Roma se enojaría si leía sobre la vida de otro Papa, para la espera me lleve un muy buen libro sobre JFK (“An Unfinished Life”) y repasé su Inauguration Address, ese en el que pide no preguntarse qué es lo que el país puede hacer por uno si no qué puede hacer uno por su país. Durante las dos horas que faltaban para el auto-traspaso de mando, tuvimos la compañía de diferentes coros militares con las típicas melodías de película gringa que todos reconocemos pero nadie podría decir como se llaman. En la medida que se acercaba la hora, el locutor anunciaba la entrada, en protocolar orden, de diplomático, congresistas, ministros e integrantes de las familias Bush y Cheney. Como esta es una ceremonia eminentemente popular las imágenes de las pantallas gigantes también servían para activar el aplausómetro. Dejando de lado a la dupla Bush-Cheney y sus familias, la sorpresa fue el recibimiento del ex Presidente Jimmy Carter, mientras que la triunfadora absoluta fue Condoleezza Rice, la nueva Secretaria de Estado quien aún no obtenía la confirmación del Senado después de una larga audiencia con la Comisión de Relaciones Exteriores donde los demócratas impusieron a sus pesos pesados John Kerry y Barack Obama. Los más abucheados, qué duda cabe: el matrimonio Clinton Rodham y John Kerry, quien después de haber perdido la elección venía a esta ceremonia con el sentimiento de estar asistiendo al matrimonio de la ex polola.

En lo que seguramente fue tomado como otra señal de que Dios está de su lado, el sol salió pocos minutos antes de la hora fijada para el juramento del Presidente Bush. A pesar de los recursos legales intentados por un ciudadano ateo para impedir cualquier acto religioso durante Inauguration Day, la ceremonia partió con una oración por las fuerzas armadas y sus familias. Después del juramento del Vicepresidente Cheney, el Presidente de la Corte Suprema, William Rehnquist, tomó el juramento al Presidente George W. Bush, quien en su discurso se dirigió a los americanos y, cómo no, al mundo.

Para ser honesto nunca había escuchado un discurso del Presidente Bush y aunque tampoco le tenía mucha fe, guardaba la esperanza que el asesor que escribiera este discurso haya estado lo suficientemente iluminado como para contarle al mundo, ojalá en forma contundente, que Estados Unidos tiene un compromiso con la paz, la democracia y los equilibrios que presenta la interrelación económica de un mundo globalizado. Al parecer el asesor estaba demasiado iluminado y -siguiendo con la metáfora vaticana- Bush nos predicó durante 20 minutos sobre como Estados Unidos no habría cumplido su misión hasta que todos los hombres “creados a imagen y semejanza” pudieran “encontrar su propia voz, lograr su propia libertad y abrirse su propio camino”.

Caminando de vuelta por el Mall pensaba que a pesar de las medidas de seguridad y el control que había en las calles, Inauguration Day es un día de gran cultura cívica y celebración popular. A esas alturas, los que no habían ido a pararse en el camino del desfile entre el Capitolio y la Casa Blanca caminaban por el Mall y recorrían los Memorials como lo harían cualquier otro día, la diferencia es que hoy no era un día cualquiera, era el día en que habían participado de un momento histórico para su país que no podrían haber vivido en ninguna otra parte que no fuera Washington DC.

Definitivamente, no existe un escenario más propicio ni un público más fiel.

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